Petróleo y desarrollo: la trampa de la renta en el Medio Oriente

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En 2020, el equilibrio del mercado petrolero mundial aún depende de la producción del Medio Oriente. Para comprender el rol de esta región, una revisión de las fuentes es imperativa. ¿Cuáles eran las perspectivas de la industria petrolera después de la crisis petrolera de 1973? ¿Qué consecuencias tuvo esta crisis en la economía y la política de los países?

Este artículo: Pétrole et développement : le piège de la rente au Moyen Orient, publicado originalmente en francés en el sitio web de la Enciclopedia de Energía en octubre de 2015 bajo el número 48, fue traducido al español por Pamela Velado bajo la supervisión de Thierry Nallet y de Ana Escartín. Formación: Máster LEA Traducción Especializada Multilingüe, université Grenoble Alpes.


Luego de la crisis petrolera de 1973, las cartas del Medio Oriente se volvieron a repartir. Los cambios causados por la oleada de petrodólares afectan tanto a los países productores como a los países no productores en este espacio en el que las interconexiones políticas, financieras, demográficas, históricas, culturales y sociales son numerosas y profundas (Figura 1). Así, un nuevo destino, en gran parte estructurado en torno a la cuestión energética y su renta, empieza a surgir ante los ojos de los observadores contemporáneos. Varios escenarios son posibles, incluso los más optimistas, pero, básicamente, prevalece la opción más conservadora.

Construida en 1974, esta se basa en los siguientes supuestos: el escenario «post-petróleo» se prepara mediante la creación de industrias modernas intensivas en capital y la acumulación de activos inmobiliarios y financieros y de reservas monetarias, principalmente en los países occidentales. Cada Estado contempla el futuro dentro de sus fronteras del momento, la cooperación regional sigue siendo limitada y se realiza una redistribución mínima en favor de los Estados no productores. Éstos se esfuerzan por insertarse en este circuito de redistribución, que sigue estando dominado en gran parte por influencias externas. Estas influencias son predominantes: solo una minoría de Estados cuestiona el statu quo, y el proceso de recuperación es liderado por los grandes países capitalistas. Estas intervenciones externas también pueden utilizarse para imponer el mantenimiento (o el cambio) de algunos regímenes existentes. Para la región en su conjunto, las perspectivas de desarrollo son limitadas y las contradicciones son numerosas. En un esquema basado en este conjunto de hipótesis, se pueden distinguir cuatro tipos de situaciones para los países de la región.

 

1. La política de los Estados petroleros, excepto Irak

Dadas sus reducidas dimensiones demográficas, los Estados petroleros, incluida Arabia Saudí, debido a su abundante cantidad de recursos, no pueden utilizar sus ingresos de manera productiva y con una óptica «nacional». Surge así, una economía rentista (renta directa procedente de la explotación petrolera, renta indirecta procedente de los ingresos de la inversión extranjera). Así, en el año fiscal de 1972-1973, los ingresos por inversiones representan casi 400 millones de dólares en la balanza de pagos de Kuwait. Además de los ingresos extranjeros, esta economía rentista utiliza in situ una mano de obra principalmente extranjera, proveniente de la región, del resto del mundo árabe o del exterior, que implementa tecnología moderna importada.

 

1.1. Creación de una economía del bienestar

La primera exigencia es la creación de una economía del bienestar que beneficie a todos los «nacionales» y, hasta cierto punto, a los extranjeros, lo que hace más aceptable la apropiación de riquezas fabulosas por parte de pequeñas minorías. Se trata de establecer la gratuidad de los servicios públicos esenciales: educación, salud, vivienda, agua, energía y el conjunto de la infraestructura. El Estado se hace cargo en gran medida de estos servicios. Además, mediante una política de restricciones que afecta, por ejemplo, a la instalación de empresas extranjeras, obliga a estas a emplear y retribuir a nacionales por empleos más o menos ficticios, permitiendo así a algunos de ellos obtener altos ingresos (Figura 2).

El costo de esta economía del bienestar puede ser significativo, especialmente en Arabia Saudí, dado el número de habitantes y el bajísimo nivel de desarrollo social alcanzado hasta el momento. Así pues, el presupuesto operativo y las inversiones no productivas continuarán aumentando. Los bienes de consumo se importan masivamente, y, debido a la ausencia de aranceles (innecesarios), su precio es muy bajo. Los servicios conllevan la introducción generalizada de inmigrantes calificados, a la espera de ser sustituidos por nacionales (algo muy improbable en el caso de los 50 000 abudabíes, por ejemplo). En este momento, el 85% y el 83% de la educación está a cargo de los inmigrantes en Qatar y Kuwait, respectivamente.  A largo plazo, el riesgo es tener una infraestructura desproporcionada con respecto a las necesidades y una economía del bienestar que no genere ningún recurso productivo. En Estados muy pequeños, el número de «no nacionales» aumenta mucho más rápido que el de los nacionales, cuyos privilegios de «nacimiento» cada vez se ven más cuestionados.

1.2. Desarrollo de actividades relacionadas con la disponibilidad de hidrocarburos

Las actividades de «diversificación» más allá de algunas industrias relacionadas con la localización (materiales de construcción, productos alimenticios) son principalmente industrias de grandes dimensiones, relacionadas con el petróleo y el gas o, en Arabia Saudí, con ciertos minerales.

Proliferan así los proyectos petroquímicos, las plantas de licuefacción de gas, las refinerías, así como la siderurgia por reducción directa y la fundición de metales (aluminio), que utilizan gas muy barato (Figura 3). Por definición, dichas industrias son «extrovertidas», ya que no hay un patrón concebible de efecto de propagación para otras industrias o para la agricultura, dado su tamaño y los problemas de mano de obra. La práctica general es la siguiente: los contratos «llave en mano» para plantas de gran capacidad se firman con grupos extranjeros que proporcionan la tecnología y que, en principio, tienen una participación minoritaria. En la práctica, se impone casi siempre la «empresa conjunta», pero la participación extranjera también puede ser mayoritaria. En su mayor parte, el producto será exportado, y la presencia extranjera parece ser una ventaja considerable para esta penetración en el mercado[1]. Los poderes públicos planean ceder su participación a intereses privados nacionales una vez finalice el proyecto.

 

 

También aparece otro tipo de inversión vinculada a la «recuperación del petróleo», y es la de la constitución de flotas petroleras. Kuwait, a través de la empresa nacional Kuwait Oil Tanker Company (KOTC), opera su primer buque en 1959. En 1974, tiene seis petroleros (fabricados todos en Japón), que hacen un total de 793 000 toneladas de arqueo. Pero también tiene en pedido de cuatro petroleros de aproximadamente 300 000 toneladas cada uno (entregables entre 1975 y 1977) y cinco buques metaneros que totalizan 405 000 toneladas, encargados los cinco a La Ciotat por 225 millones de dólares. Arabia Saudí, con su compañía Petroship, tiene un petrolero de menos de 30 000 toneladas y tan solo dos encargados. Cabe señalar que la construcción naval es uno de los pocos ámbitos donde existe una cooperación efectiva entre países árabes: la Organización de Países Árabes Exportadores de Petróleo (OPAEP) crea una compañía naviera en cuyo capital participan todos los Estados petroleros; la Arab Maritime Petroleum Company (AMPTC), con un pedido de cuatro petroleros de 300 000 toneladas, dos en Bremen y dos en Chantiers de l’Atlantique, con un costo total de 240 millones de dólares. Es también en el campo marítimo donde encontramos el otro ejemplo de realización conjunta: el dique seco de Baréin, financiado por todos los miembros de la OPAEP excepto Siria, que debe ser construido por Kawasaki (Japón) por 100 millones de dólares. Otro proyecto de dique seco en Dubái, de 225 millones de dólares, para dos estaciones de petroleros de 500 000 toneladas, está en estudio.

Excluyendo las operaciones marítimas, la lógica industrial y financiera de las operaciones emprendidas o previstas sigue mucho más la línea de las empresas de consultoría y manufactura que la de las de desarrollo de la región anfitriona. En cualquier caso, este tipo de transacciones no pueden repetirse indefinidamente. Los acuerdos «de Estado a Estado», como los que se cerraron en enero de 1974 entre Francia y Arabia Saudí o entre Japón y varios productores, solo pueden tener un alcance limitado si consideran independientemente los diferentes Estados de la región.

1.3. Redistribución mínima a otros países de la región

La política de los Estados petroleros con respecto a los demás países de la región se resume brevemente en una redistribución mínima compatible con los requisitos de seguridad. En otras palabras, es una especie de seguro de vida cuyas primas necesariamente deben aumentar a medida que crece la riqueza del beneficiario. Así pues, los fondos multilaterales se multiplicarán, orientando sus actividades hacia operaciones de baja rentabilidad económica y otorgando condiciones favorables a los deudores, y también los fondos bilaterales, como los de Kuwait y Abu Dabi, que buscan una mayor «rentabilidad y seguridad». La creación, a iniciativa de Kuwait, de un «Fondo de Garantía de Inversiones Árabes» es un signo de la renuencia de los países productores de petróleo a invertir en los países árabes (Figura 4).

 

 

En realidad, el tipo de garantía necesaria para un flujo significativo de inversión hacia los países árabes de la región y de fuera de la región (Egipto y Sudán) es más político que financiero. Ningún esquema «técnico» basado en consideraciones puramente nacionales se considerará satisfactorio, y el flujo se limitará al mínimo requerido por la presión que los países «en vías de desarrollo» pueden ejercer. Así es como se debe interpretar la garantía otorgada recientemente por la agencia monetaria de Arabia Saudí a un préstamo de 200 millones de dólares de un consorcio bancario occidental en Sudán y un acuerdo Saudí-Sudanés para una refinería y la valorización del mar Rojo. Se trata ante todo de comprarse un aliado a buen precio.

1.4. Inversiones «remuneradoras y seguras»

Así pues, la mayor parte de los ingresos se destinarán necesariamente a las «inversiones rentables y seguras» que buscan los Estados petroleros. Las modalidades esenciales son las siguientes:

– Preservación de las reservas monetarias en monedas locales (dinares kuwaitíes, pero también libras libanesas) que satisfacen la clara preferencia por la liquidez de los Estados petroleros y los particulares. Sin embargo, esta acumulación de reservas conduce a una continua apreciación de las monedas árabes y, por tanto, no tardará en encontrar su propio límite.

– Depósitos a la vista o a corto plazo en instituciones financieras europeas y, sobre todo, estadounidenses. Los activos kuwaitíes representan aproximadamente un tercio de las reservas monetarias británicas y, después de las grandes pérdidas debidas a la devaluación (1967) y, posteriormente, la depreciación de la libra esterlina, se concede una garantía de cambio de divisas. Los saudíes tienen grandes depósitos a corto plazo en bancos estadounidenses, entre ellos Morgan Garanty Trust y Chase. Una vez más, la acumulación de reservas líquidas (y oro) no puede desarrollarse indefinidamente. Los asesores financieros de los Estados petroleros buscarán trasladarlos a inversiones a más largo plazo.

 

 

La tendencia inicial no es tanto a la inversión en el mercado de valores como a las inversiones en tierras y bienes raíces, ya sea en Estados Unidos, en Europa, o en grandes proyectos de desarrollo turístico fomentados por grupos financieros. Por otra parte, Líbano y Egipto reciben también inversiones de este tipo, que responden al gusto de los prestamistas y seguramente terminarán proliferando. Pese a todo, la perspectiva dominante es la orientación hacia el mercado de valores y las inversiones financieras. Así, el jeque Yamani anuncia que Arabia Saudí planea tomar el control parcial de algunas compañías petroleras estadounidenses (Figura 5). Con un 51% de capital público, la Kuwait Investment Company (KIC) sienta precedente: es propietaria de Chantiers de La Ciotat en Francia y posee importantes participaciones en la aerolínea Pan American, en American Express o en urbanizaciones en Florida y Fiyi. Así, la pregunta es cuál será la «capacidad de absorción» de las economías occidentales y su respuesta a una adquisición por parte del capital petrolero. […]

 

En el ámbito financiero, parte del dinero disponible planea ponerse a disposición de un fondo como el Fondo Monetario Internacional (FMI), especialmente de Arabia Saudí. La idea subyacente es, sin duda, aumentar la influencia de los países productores de petróleo en el sistema monetario internacional.

En 1974, los analistas estimaban que la inversión global en los siguientes diez años alcanzaría los 1,5 billones de dólares, de los cuáles, los fondos árabes financiarían entre 35 000 y 75 000 millones de dólares. En este esquema, muy pocos fondos irían a la región, y muchos menos a los países árabes situados fuera de ésta.

1.5. Los requisitos de mantenimiento de la ley y el orden

En el esquema elegido, basado en el mantenimiento del statu quo político, el fortalecimiento de las defensas del orden establecido desempeña un papel clave. Por un lado, el gasto en armamento se multiplica para constituir fuerzas armadas de grandes dimensiones. En junio de 1974, el presidente Nixon anunció en Riad que su país estaba dispuesto a aumentar sus ya masivas ventas de armas a Arabia Saudí. Poco antes, se había anunciado que Francia estaba negociando la venta de armas a los países del Golfo por un valor de 750 millones de francos. Gran Bretaña también era un gran proveedor de armas.

En segundo lugar, los regímenes conservadores estaban dispuestos a recibir apoyo externo para mantener el orden. Después de la ocupación de los islotes del Golfo (Tumb y Abu Musa) por Irán en 1971, este país desembarcó contingentes en Omán, sin duda alguna con el acuerdo de los saudíes y la aprobación de Estados Unidos, para aplastar la rebelión de Dhofar[2]. Los británicos permanecieron en Omán y participaron en el bloqueo contra Yemen del Sur.

Desde 1974, se podía pensar que este tipo de dependencia no haría sino ir en aumento a medida que se agravaran las contradicciones de la riqueza extrema y la desigualdad. Un juego de poder, con peones internos e intervenciones externas, continúa sacudiendo la región. Las ocasiones no faltan: Palestina, Kurdistán, reivindicaciones iraníes, la revolución de Dhofar… Para preservar el gran juego bancario y financiero, se deben buscar bases más sólidas que la influencia de los grandes bancos sobre algunas monarquías teocráticas.

 

2. Estados insertados en la circulación de la riqueza

Junto a estos Estados petroleros, en torno a los que se plantean los nuevos problemas y las contradicciones más fuertes, hay un segundo grupo de países: aquellos que pueden insertarse en el proceso y obtener algún beneficio de ello, como Jordania y, sobre todo, Líbano.

2.1. Jordania

Mientras Jordania siga siendo un factor de estabilidad para los palestinos y una zona de amortiguamiento de Arabia Saudí hacia el norte, esta última, y, por tanto, los otros Estados petroleros (excepto quizás Kuwait) la apoyarán financieramente, garantizando así su supervivencia (Figura 6).  En el esquema adoptado, Jordania desempeña un papel importante, ya que su desaparición pondría en peligro todo el equilibrio regional. De esta forma, recibirá apoyo suficiente para el mantenimiento de su ejército, la supervivencia básica de su población e incluso el mantenimiento de una caricatura de régimen económico liberal. El turismo, el tránsito mercantil y algunos proyectos agrícolas e industriales también pueden garantizar cierto beneficio procedente del petróleo. Solo una «solución palestina» que exigiese la eliminación de Jordania podría poner en cuestión esta participación.

 

2.2. Líbano

La situación de este país es más compleja. De hecho, Líbano recibe poco dinero del petróleo directamente, pero sí se beneficia indirectamente en buena medida de los ingresos petroleros a través de las inversiones en tierras e inmuebles, los ingresos enviados por los numerosos libaneses que trabajan en los países productores de petróleo, las exportaciones de productos industriales (especialmente a Arabia Saudí) y el «turismo de negocios», que hace de Beirut la ubicación predilecta de muchas empresas o bancos que trabajan de hecho en el Medio Oriente, y no en Líbano (Figura 7).

 

 

Este último tiene mucho que ganar con el mantenimiento del esquema de división que estamos analizando, ya que su papel como «centro de operaciones» es mucho más obvio si la región no sufre una re-estructuración. […] Sin embargo, los financieros del Golfo, árabes u occidentales, pueden abstenerse perfectamente de hacer circular sus fondos a través de Beirut, que no ofrece ninguno de los servicios específicos del mercado de Londres, por ejemplo. […] Líbano también debe enfrentar el problema de ser un «país pequeño con mucho dinero», que es difícil de resolver. En cualquier caso, Líbano apenas puede actuar directamente sobre los flujos de capital, tan solo puede tratar de asegurarles una situación ventajosa.

 

3. Los excluidos : Yemen y Siria

En este proceso, los excluidos son sobre todo los dos Yemen[3], y, en cierta medida, Siria.

La R.A. de Yemen, clasificada por las Naciones Unidas como uno de los países «menos desarrollados de los menos desarrollados», con casi 6 millones de habitantes, un ingreso per cápita inferior a 100 dólares y exportaciones que cubren el 15% de las importaciones, necesitaría urgentemente un esfuerzo masivo de inversión para el desarrollo. De hecho, es muy difícil que este país, ubicado fuera de los circuitos de recuperación y controlado cada vez más de cerca por Arabia Saudí, reciba una parte importante de los fondos árabes, de no ser para el mantenimiento de un ejército a sueldo de los saudíes. Si bien es el único país, junto con Sudán, en recibir donaciones del Fondo de Kuwait para el Desarrollo de los Estados Árabes (FKDEA), sólo es por un monto de 508 000 dólares, y los préstamos que se le otorgan, aunque favorables, son muy limitados. En nuestro esquema, Yemen continuará siendo catalogado como un proveedor de mano de obra barata para Arabia Saudí y un instrumento contra el régimen del Sur. Éste último, fue el único país en experimentar una disminución neta en el ingreso per cápita en los últimos diez años, trata de reconvertir una economía enteramente dominada por un puerto de tránsito ahora vacío. La tarea es casi imposible dado el estado de las hostilidades de la época con Omán y Arabia Saudí. Solo Irak realiza alguna contribución al esfuerzo de industrialización de la R.D. de Yemen. El capital árabe está más orientado a ahogar este régimen que a realizar una contribución financiera (Figura 8).

 

 

El caso de Siria es bastante particular, porque este país disfruta de algunos ingresos petroleros (200 millones de dólares por el tránsito petrolero), una pequeña producción de petróleo y una economía ya relativamente compleja. Sin embargo, la experiencia siria hasta la fecha (nacionalismo militante, antisionismo, desarrollo a través del sector público) la ha separado tanto de los países productores de petróleo como de los «moderados» árabes, e incluso de Irak, a pesar de tener una ideología bastante similar. La guerra de octubre le costó cara a Siria (¡dos mil quinientos millones de dólares!) y la ayuda prometida tardó en llegar. Los principales proyectos de desarrollo, incluida la presa del Éufrates, cuyo primer tramo fue financiado por la Unión Soviética, generó una gran deuda externa e inmensas necesidades de financiamiento. El presupuesto de 1974 es de 1 600 millones de dólares. Siria, dada su ubicación en el corazón de la región y su vasto potencial económico, no podía quedar «fuera de juego». La estabilidad de la región pasa por su reintegración y su evolución hacia el «liberalismo», ya que no tenía los medios propios para seguir la vía iraquí e Irak no estaba dispuesto a proporcionárselos[4].

 

4. Irak en búsqueda de una ruta específica

Si Siria duda entre dos caminos, debido a que su régimen no tiene los medios adecuados a sus opciones ideológicas, Irak es el núcleo duro de una experiencia que pretende servir de ejemplo para todos los países árabes, comenzando por los países de la región. En el esquema que estamos analizando en este artículo, esta es una experiencia aislada y, como resultado de ello, generará crecientes contradicciones. […] Con 10 millones de habitantes, 10 millones de hectáreas de tierra cultivable, 100 millones de toneladas de petróleo, Irak puede prever un uso eficiente de los 6 o 7 mil millones de dólares en ingresos que recibe a partir de 1974 (Figura 9). Algunos aspectos del proyecto iraquí son muy claros: la importancia concedida al desarrollo agrícola a través de proyectos integrados, en los que el aspecto político y social se suma a la tecnología y la economía; la adaptación de la producción de petróleo a las posibilidades de utilización, el desarrollo de la industria petroquímica, la siderurgia, la refinería y la flota petrolera (más de un millón de toneladas encargadas). También destacan muchos elementos del desarrollo social (medicina gratuita, legislación laboral, nivel de vida satisfactorio de los funcionarios públicos). Sin embargo, el proyecto industrial general no es muy claro comparado con el patrón desarrollado por Argelia unos años antes. En concreto, aún no se ha decidido explícitamente[5] cuáles son los vínculos entre las distintas industrias, cuál es la relación entre la agricultura y la industria y cuál es el papel que deben desempeñar los mercados externos.

 

 

En realidad, la experiencia iraquí, y la siria, con las reservas ya expresadas, también tropieza con fuertes contradicciones en este esquema. Toda planificación, desde el punto de vista iraquí, debe tener una dimensión regional, pero ningún otro país puede ajustar sus planes a los de Irak. Así pues, Irak necesita avanzar con planes de un solo Estado y sobre-dimensionar los proyectos teniendo en cuenta las economías de escala y las perspectivas regionales futuras. De esta forma, los planes de desarrollo agrícola están diseñados explícitamente en función del déficit alimentario de toda la región.

Esta «sobre-dimensión» de los proyectos hace que sea necesario prever la exportación de gran parte de la producción. Ésto conduce, a su vez, a la elección de tecnologías correspondientes a los requisitos del mercado, la extroversión de los proyectos, la búsqueda de la «empresa conjunta» y de la fórmula «llave en mano». La visión tecnocrática del desarrollo puede acabar imponiéndose en detrimento de la transferencia tecnológica efectiva (que es una «pérdida de tiempo») y de una verdadera articulación en torno a la movilización de recursos humanos, especialmente en la agricultura.

Por tanto, el experimento sólo tiene sentido si adquiere una dimensión regional. Sin embargo, en este momento, el aislamiento de Irak incrementa por la evolución siria. Proyectos como el oleoducto a través de Turquía, diseñado explícitamente como medida de precaución contra los «cambios de humor» en Damasco, son reveladores de este tipo de conflicto. Sólo la R.D. de Yemen busca la ayuda iraquí. Como parecía suceder en el caso de Argelia, Irak tendrá dificultades para resistirse a la integración en un sistema mundial dominado por países industrializados, debido a su amplio uso de las técnicas y los mercados occidentales.

 

5. Perspectivas y contradicciones del esquema de crecimiento

El conjunto del esquema presentado conlleva una acumulación de contradicciones. […]. En los países productores de petróleo, la acumulación de reservas y excedentes genera industrias suntuarias, un consumo ostentoso, un exceso de armamento y la compra progresiva de una parte de la economía europea, estadounidense o japonesa. Los «rentistas» deben utilizar el trabajo de un número creciente de inmigrantes, pero en realidad no se puede implementar ningún proyecto de interés para la región. […] Así, deben encontrar una estrategia que permita una mejor orientación de los fondos y un uso menos peligroso que las inversiones masivas en sus países. Esta estrategia sólo puede tener dimensión regional, árabe e incluso del Tercer Mundo.

Además, cabe señalar que este esquema se basa casi íntegramente en el mantenimiento del régimen wahabí en Arabia Saudí, pues no cabe duda alguna de que ningún emirato habría resistido (ni resistiría hoy) a la marea que supondría un cambio político en Riad (Figura 10). Nada parece indicar que este cambio esté cerca, pero tampoco había nada que hiciera presagiar el golpe de Estado en Libia en el verano de 1969. Sin embargo, sí era completamente plausible en 1974 que, tal vez tras la muerte del rey Faisal, se realizara una transferencia de poder a las nuevas capas tecnocráticas, y que en los Emiratos se produjeran cambios en favor de soberanos más “modernos”, con apoyo angloamericano, como sucedió en Abu Dabi en 1966, cuando el «demasiado tacaño» sultán Shakhbut fue sustituido por su hijo Zayed «con la cooperación» del gobierno británico, a petición de su familia[6]; y en Omán, en el que el sultán Said Bin Taimur, que permitió que avanzara la rebelión de Dhofar, fue sustituido por su hijo Qabus. En estos casos, evidentemente, nada ha cambiado en esencia. […]

 


A modo de conclusión

El esquema aquí presentado para 1974 corresponde a una prolongación de las tendencias y situaciones observadas en los años anteriores. En parte constituye el origen de los bloqueos y las crisis que sacudirán el Medio Oriente durante los siguientes 40 años y, en mayor medida, la ilustración de los riesgos socioeconómicos inherentes a las situaciones de «renta».

 

Referencias:

Este texto proviene de extractos de Michel Chatelus, Stratégies pour le Moyen Orient. Calman Levy, 1974. Compilado y adaptado por Renaud Chatelus, que también escribió la introducción e hizo los ajustes necesarios en la redacción del texto.

[1]  No es posible proporcionar una lista, ni siquiera aproximada, de los proyectos finalizados, debatidos o simplemente planteados en 1974. En Arabia Saudí, podemos mencionar un proyecto de planta de acero que parece bastante avanzado. Es fruto de la asociación de Petromin (organismo público saudí), al 51%, dos compañías estadounidenses (Marcona y Gilmore Steel), una japonesa (Nippon Steel) y un grupo germano-holandés (Estil) que aporta la tecnología: la reducción directa por gas, MIDREX. La planta (Petromar) produce 3,5 millones de toneladas de hierro esponja (dos de las cuales se exportarían) y 1 millón de toneladas de tubos, láminas y barras. La capacidad podría incrementarse a 10 millones de toneladas. El costo de la transacción inicial sería de 500 millones de dólares. La construcción de un puerto (450 millones de dólares) debe acompañar esta operación. Existen proyectos de este tipo para productos petroquímicos (fertilizantes) en todos los Estados y para el procesamiento de aluminio (en Abu Dabi).

[2]  Véase, en Le Monde diplomatique de junio de 1974, el artículo de J.-P. VIENNOT. Los iraníes habrían ocupado incluso una carretera en la parte del territorio de Moscato-Omán que se encuentra enclavada dentro de la Federación de los Emiratos.

[3]  Los dos Yemen son la República Árabe de Yemen (R.A. de Yemen), o Yemen del Norte, y la República Democrática de Yemen (R.D. de Yemen), o Yemen del Sur. Recordemos aquí que los dos Yemen se reunificarían en 1990.

[4]  De los mil millones de dólares prometidos a Siria por su esfuerzo de guerra en la primavera de 1974, solo se habían entregado 200 millones en donaciones o préstamos, es decir, 50 millones de cada uno de los siguientes países: Irak, Kuwait, Libia, Abu Dabi. Arabia Saudí no paga nada, e Irán ofrece 150 millones de dólares en créditos.

[5]  El proyecto de refinería de 20 millones de toneladas, construido y financiado por los japoneses, tiene un significado equívoco. ¿Se trata de una industrialización o de una exportación de la contaminación por parte de los países industrializados? Ante esta pregunta, los dirigentes responden que así se puede vender el petróleo más caro, y que en realidad el costo del capital es muy bajo.

[6]  David HOLDEN (1971), «Persian Gulf States», en The Middle East: A Handbook, ed. por M. Adams, Londres.

 


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